Después de 335 días sin que se conociera su paradero, María Corina Machado consiguió lo que parecía inalcanzable: salir de Venezuela sin caer en manos del régimen chavista. La líder opositora reapareció este jueves en Oslo, Noruega, sonriente y victoriosa, saludando desde el balcón del icónico Grand Hotel ante decenas de venezolanos que la recibieron como un símbolo de resistencia.
Su última imagen pública databa del 9 de enero, cuando fue vista en una calle de Caracas. Desde entonces, su rastro se perdió en medio de una persecución que la catalogó como “terrorista” y que convirtió cualquier intento de fuga en una misión casi imposible. Pero su presencia en la capital noruega dejó claro que tenía un plan perfectamente calculado desde hace meses.
Una salida secreta desde Caracas
Según The Wall Street Journal, Machado comenzó su travesía la tarde del 8 de diciembre. Disfrazada, con peluca y acompañada por dos personas de confianza, dejó su refugio clandestino en Caracas rumbo a las costas del norte del país. Su objetivo: abordar un bote hacia Curazao, una ruta que miles de venezolanos han utilizado para huir del régimen.
Para llegar al punto de embarque, aún desconocido, habría sorteado al menos diez puestos de control militar. La ruta por tierra, según The Guardian, tomó cerca de diez horas hasta llegar a un pequeño pueblo pesquero donde la esperaba la embarcación.
El peligroso trayecto marítimo y la escolta de EE. UU.
Ya en el puerto, un barco de madera la conduciría a Curazao. Sin embargo, el mal clima retrasó su salida y la obligó a faltar a la ceremonia del Nobel de Paz del miércoles, según reportó Bloomberg.
El viaje por mar añadió otra amenaza: ser confundida con embarcaciones de narcotráfico, las mismas que Estados Unidos ha interceptado y destruido en los últimos meses. Para evitar cualquier riesgo, su equipo coordinó en tiempo real con la Casa Blanca. Incluso, dos aviones F-18 de Estados Unidos sobrevolaron la zona durante 40 minutos para garantizar su seguridad frente a posibles acciones del chavismo.
La ruta hacia Curazao también tuvo un fuerte componente simbólico: es la misma que miles de venezolanos han tomado en travesías peligrosas que, en algunos casos, exigen nadar de noche los últimos metros para evitar ser detectados.
El salto final hacia Europa
Una vez en Curazao, Machado pasó la noche antes de tomar un vuelo privado al amanecer. Registros de FlightRadar24 muestran que abordó un Embraer Legacy 650 mexicano (matrícula XA-FUF), que despegó a las 6:42 a. m. rumbo a Bangor, Maine, en Estados Unidos. El trayecto duró 4 horas y 43 minutos.
Mientras ella cruzaba el Caribe, su hija Ana Corina Sosa recibía el Nobel de Paz en Oslo en su nombre.
Tras una breve espera en Maine, la aeronave retomó el vuelo, aterrizando en la capital noruega a las 11:56 p. m. del miércoles. Machado llegó sin equipaje y con lo puesto. “Ni siquiera tuve tiempo de darme una ducha”, dijo luego a la BBC.
El reencuentro y el saludo histórico
Cerca de la medianoche, ya ubicada en el Grand Hotel, sede tradicional de los homenajeados con el Nobel de Paz, se reencontró con su familia después de más de un año. Pasadas las 2:00 a.m., salió al balcón para saludar a los venezolanos que la esperaban pese al frío de 1 °C y que entre gritos de “¡valiente!” vieron cómo entonaba el himno nacional.
Su fuga, que combinó diez horas de carretera, una travesía marítima contra el mal clima y dos vuelos internacionales, se convirtió en un acto histórico que, para muchos, simboliza la determinación de un país entero que busca libertad. Una travesía por tierra, mar y aire que ya forma parte del imaginario opositor venezolano.












