Una mesa, ocho retratos y ocho velas encendidas, que simbolizaban las vidas de líderes religiosos y sociales apagadas por la guerra, dieron cuenta del mea culpa del Estado por la masacre que no se evitó, por el dolor de un puñado de familias, por las nuevas cicatrices de dolor de un país.
En un acto de reconciliación, reparación y verdad, la Fiscalía General de la Nación y Medicina Legal entregaron de manera simbólica los cuerpos de las ocho víctimas secuestradas y asesinadas, presuntamente, por disidencias de las Farc en Calamar, Guaviare.
El evento fue presidido por la directora de la seccional de ese departamento, acompañada por el fiscal del caso y una fiscal especializada, así como servidores del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) del área de psicología.
En este acto, que se llevó a cabo en Villavicencio, se hizo un relato del procedimiento para la ubicación y recuperación de los cuerpos. Además, se entregaron documentos y certificaciones de plena identificación de los restos.
Esta masacre se conoció el pasado 1 de julio, cuando las autoridades informaron del hallazgo de ocho cuerpos de líderes sociales y religiosos, que estaban desaparecidos hacía tres meses. De acuerdo con los detalles entregados por la Fiscalía, estas personas fueron asesinadas con la mayor crueldad.
Las víctimas fueron puestas de rodillas y recibieron disparos por la espalda. Luego, las remataron en el suelo y las enterraron en una fosa común, cuya excavación presenciaron antes de morir. Al parecer, las disidencias de las Farc las confundieron con miembros del ELN.