Sus raíces están cubiertas de desarraigo. Aunque nació en Flores, Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1936, fue hijo de emigrantes de Piamonte, en Italia. Su padre Mario, de profesión contador, y su madre Regina, ama de casa, trabajaron hombro a hombro para sacar adelante a sus cinco hijos.
En ese ambiente familiar se crio Bergoglio, quien, gracias a su dedicación y disciplina, se graduó como técnico químico. Jorge Mario eligió el camino del sacerdocio y entró en el seminario diocesano de Villa Devoto. El 11 de marzo de 1958 pasó al noviciado de la Compañía de Jesús. Luego, cursó estudios de humanidades en Chile y, en 1963, regresó a Argentina y se licenció en filosofía en el colegio San José de San Miguel.
Siempre se sintió atraído por el conocimiento. Fue así como en 1970 obtuvo la licenciatura en teología en el Colegio Máximo de San Miguel. Allí también aprendió francés, italiano, alemán, inglés, latín y griego.
Una de las épocas más especiales en la vida del santo padre fue el día de su ordenación como sacerdote a los 32 años, el 13 de diciembre de 1969, luego de un intenso camino espiritual y de formación académica.
Continuó su preparación en Alcalá de Henares, en España, y después de un tiempo regresó a Argentina para ser maestro de novicios de Villa Barilari en San Miguel. A su vez fue profesor, consultor, director espiritual y finalmente, rector del colegio.
En sus labores como maestro conoció al cardenal Antonio Quarracino, quien quedó asombrado por la espiritualidad y la devoción de Bergoglio y el 20 de mayo de 1992 el papa Juan Pablo II lo designa como obispo titular de la diócesis de Auca y auxiliar de Buenos Aires.
Su ordenación episcopal fue realizada por monseñor Antonio Quarracino y el 27 de junio del mismo año fue nombrado vicario episcopal de Flores, barrio que vio cómo fue creciendo en fe y gracia.
La filosofía de Bergoglio se puede sintetizar en misericordia, valentía apostólica y puertas abiertas a todos. Por eso buscó volver al catecismo, quiso redescubrir los mandamientos e invitó a los sacerdotes a oler a oveja, pues el pastor debe conocer y guiar a su pueblo, pero debe hacerlo de puertas hacia afuera, recorriendo los territorios.
Siguiendo estos lineamientos, el 13 de marzo de 2013, Jorge Bergoglio se convirtió en el papa número 266 tras la renuncia de Benedicto XVI. Para ejercer su apostolado eligió el nombre de Francisco.
Seleccionó este nombre porque abrazó a la hermana pobreza y la adoptó como suya asumiendo el compromiso de trabajar por los pobres, los enfermos, los más necesitados y el medio ambiente.
El papa Francisco como líder de la iglesia católica impulsó varias reformas como la adopción de una actitud más favorable a los católicos gays y lesbianas, otorgándoles la bendición. Sin embargo, no apoyó la unión por parte de la Iglesia de personas del mismo sexo.
Francisco tuvo una postura más férrea en la ordenación de mujeres al sacerdocio, pues para el pontífice los sacerdotes debían ser hombres y no mujeres, no obstante, resaltó el oficio de la mujer en otras funciones de liderazgo.
Entre sus logros más importantes están el promover la unidad entre católicos, no católicos y cristianos, así como el reconocimiento de los abusos sexuales por parte del clero y las disculpas públicas a las víctimas.
A su vez, impulsó la Jornada Mundial de la Juventud y nombró a Juan Pablo II como patrón de esta importante celebración. También trabajó en la mediación entre Estados Unidos y Cuba para por fin al embargo en el Caribe.
En suma, el papa Francisco ha cumplido con cabalidad el poner su servicio a favor del pueblo católico. Por eso duele tanto su muerte, porque estuvo allí escuchando a los jóvenes, reuniéndose con altos jerarcas sin importar su línea política o religiosa.
Francisco era un hombre bueno y bondadoso, un hombre que hizo mucho por la Iglesia católica y su feligresía.
El mundo hoy llora a un buen hombre y el cielo se regocija de alegría por la llegada de un sacerdote que se entregó en cuerpo y alma a su pueblo, un padre que fue pastor de ovejas.