El obispo de Dourados, en Brasil, monseñor Henrique Aparecido de Lima, es hijo de una monja. Como lo escucha, sor Sebastiana Onofre de Lima tomó los hábitos tras enviudar hace más de 20 años.
Mamá de nueve hijos, la mujer vio morir a su esposo, con quien estuvo casada durante 36 años. Luego de la partida de su ser amado, y con el apoyo de su hijo obispo, cumplió el sueño de toda la vida: consagrarse para servir a Dios y a la Iglesia católica.
“Mi vocación es una gran cosa de Dios”, afirmó Sebastiana a ACI Prensa, agencia de EWTN News. Esta religiosa, perteneciente a la congregación de la Copiosa Redención, se dedica a ayudar a mujeres a superar la adicción al alcohol y las drogas.
“Desde temprana edad, Sebastiana se sintió llamada a la vida religiosa, pero las dificultades económicas de la familia y la realidad de vivir en una zona rural de Paraná le impidieron seguir su vocación. Su destino dio otro giro cuando su padre, dadas las circunstancias, concertó un matrimonio para ella cuando aún era joven”, relató el citado medio de comunicación.
Dios, inspiración de madre e hijo en la Iglesia
Para esta madre y monja, Dios “tuvo misericordia de mí, porque cuando le hacemos una promesa, Él nunca la olvida. Y me honró con la gracia de la vocación de mi hijo y la mía”.
Entre tanto, monseñor Henrique, primogénito de la familia, recalcó a que su deseo de ser sacerdote surgió cuando era niño, al ver a su mamá orando y ayudando a la gente. “Siempre la veía rezando y le preguntaba qué era eso y ella me lo explicaba”.
Sebastiana agregó: “Me siento muy honrada. La familia es la cuna de Dios”. La monja sigue clamando al cielo por su hijo, por la misión de ambos.
“Desde niña la oía decir: ‘No quería casarme, quería ser monja’”, recordó el obispo. Y la señora lo consiguió: “Incluso mi padre, ya muy enfermo antes de morir, me dijo: ‘Ayuda a tu madre a ir al convento, que es su sueño, porque nunca quiso casarse’”.
Luego del fallecimiento del marido, “lo primero que dijo a su familia fue: ya están todos grandes, las cosas que tenemos no son geniales, no quiero nada para mí, ahora voy a cuidar de mi vida, voy a ser monja”, concluyó monseñor Henrique en el diálogo con ACI Prensa.
“¡Soy feliz como monja! Me gusta mucho el trabajo, el culto, la recuperación, porque mi deseo siempre ha sido recuperar vidas, sacar a estas personas del desierto de la vida y guiarlas hacia una vida digna. No somos dueños de nuestras vidas. Después de entregarnos a Dios, Él sabe dónde colocarnos”, finalizó Sebastiana.