Reapareció el excanciller Leyva, esta vez con un comunicado, después de dos duras cartas contra el presidente Gustavo Petro. En esta oportunidad, asegura que vive una persecución con la que buscan imputarlo ante la justicia y denuncia amenazas en su contra.
“He tenido noticia de que hay personas intrigando para conseguir hacerme daño en lo administrativo y lo penal. Primero, buscando que se avale la vulgar violación del debido proceso con la que la exprocuradora Margarita Cabello me impuso una sanción, hoy en efecto suspensivo. Y, segundo, tratando de que se me endilgue algún comportamiento que sirva para poderme imputar cualquier delito”, afirma Leyva en el comunicado.
Sostiene que el mandatario reaccionó de manera agresiva por la dos cartas en las que le pedía revisar su permanencia en el poder y en la que hablaba de supuestos problemas de drogadicción.
“Denuncio lo anterior, pues el propio Presidente dijo que encausaría contra mí la justicia penal ante el imaginario complot que, en su delirio, estaría yo supuestamente organizando junto con el representante a la Cámara de los Estados Unidos, Mario Díaz-Balart. Es evidente que algo se está cocinando judicialmente en mi contra. Y, por eso, apelo al profesionalismo de todos los operadores jurídicos, para que la constitución y ley sean su único faro.
Así mismo, puso una grave advertencia sobre la mesa. “Hago responsable al presidente Petro por cualquier cosa que nos ocurra a mí o a cualquier miembro de mi familia en cualquier ámbito”’.
Y aseguró que no se quedará de brazos cruzados. “En vista de todo lo anterior, acudiré a las instancias internacionales a las que tengo acceso, que afortunadamente y en razón de mi larga experiencia y trabajo por el mundo son varias e importantes, para denunciar esta violenta persecución personal y familiar. Los ojos de la comunidad internacional estarán vigilantes”.
Finalmente, arremete de nuevo contra el mandatario y deja claro que seguirá hablando. “¡No me callará! Mi vida, ya larga aunque a usted le moleste, seguirá teniendo sentido solo si lucho para que Colombia recupere la dignidad manchada por su comportamiento enfermo y descontrolado, del cual he sido testigo. La imagen de Colombia en el exterior no puede seguir siendo la de un presidente que desatiende sus obligaciones, errático, déspota y preso del vicio. Tiene razón Díaz-Balart: ¡cuánta vergüenza ajena! Y agrego yo: ¡cuánta tristeza!”, concluye.
