Fray William Josué Carreño recuerda con alegría los momentos que vivió y trabajó con el ahora papa León XIV en el seminario Nuestra Señora de Gracia, ubicado en Bojacá, Cundinamarca. Entre nostalgia y felicidad, hubo un hecho que saltó de su memoria y fue aquel día que lo invitó a dejar, por un momento, sus deberes pastorales para ir a pasear por Bogotá.
La invitación fue aceptada y, con entusiasmo, salieron juntos del convento Santo Tomás, en el norte de la capital. Luego pasaron por el Parque de la 93, pero decidieron ir más lejos para visitar el Museo del Oro y Monserrate. No obstante, en el transcurso, se perdieron.
Sin embargo, recuerda con cariño que el sacerdote Prevost le dijo entre risas: “Padre, gracias porque no solo conocí los conventos, sino algo de Bogotá”.
Fray Carreño asegura que Robert Francis Prevost visitó Colombia varias veces y que siempre los hacía reír, siempre de buen humor y trabajador. Afirma también que el nuevo pontífice es una persona sencilla, que usaba el mismo hábito y compartía con todos los seminaristas y la comunidad agustina.
“Aunque tenía el cargo de prior general, era una persona bondadosa, absolutamente sencilla y tranquila. No le gusta tanto el protocolo. Es una persona muy cercana y amable”.
Al ahora papa León XIV le gustaba romper las rutinas habituales y se acomodaba a las circunstancias, pues según recuerda Carreño no le molestaba dormir en cualquier lugar. Así mismo, sostiene que al entrante pontífice le gusta madrugar y fomenta la disciplina en la formación sacerdotal.
“Es un hombre que es fraterno, que es solidario, que es amable. Además, pedía que fueran buenos frailes, buenos sacerdotes”.
También es un hombre cercano a su comunidad, pues impulsó la formación de muchos seminarista agustinos en los colegios Cervantes de Barranquilla y Bogotá y adoraba ser profesor y enseñar.
Sin duda, hay un sentimiento de orgullo en la iglesia de Santa Lucía de Chía, pues allí ofició muchas misas, oró y se acercó a la comunidad, que le tiene aprecio y un entrañable afecto.
Carreño asegura que “venía acá a la parroquia, compartía con la gente. No era solo como un prior general que la veía, no, era la cercanía, el afecto, el cariño”.