Con un llamado a dar testimonio de fe, en un mundo “en el que se desprecia al que cree”, el papa León XIV presidió la primera homilía de su pontificado. Lo hizo en la misma Capilla Sixtina, donde se selló su elección.
“Son muchos los contextos en los que la fe cristiana se considera un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes, contextos en los que se prefieren otras seguridades distintas a la que ella propone, como la tecnología, el dinero, el éxito, el poder o el placer”, expresó el pontífice, quien pronunció algunas palabras en inglés, antes de continuar en italiano.
Y enfatizó en la necesidad de ser instrumentos de Dios para sanar las heridas abiertas en el mundo. “Hablamos de ambientes en los que no es fácil testimoniar y anunciar el Evangelio y donde se ridiculiza a quien cree, se le obstaculiza y desprecia, o, a lo sumo, se le soporta y compadece. Y, sin embargo, precisamente por esto, son lugares en los que la misión es más urgente, porque la falta de fe lleva a menudo consigo dramas como la pérdida del sentido de la vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona en sus formas más dramáticas, la crisis de la familia y tantas heridas más que acarrean no poco sufrimiento a nuestra sociedad”.
En la santa misa, en la que participaron los cardenales, el papa León XIV reivindicó la fe como escudo de vida y recordó a su antecesor. “Este es el mundo que nos ha sido confiado, y en el que, como enseñó muchas veces el Papa Francisco, estamos llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador. Por esto, también para nosotros, es esencial repetir: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo»”, afirmó.
Resaltó que la Iglesia católica debe ser ejemplo de santidad y luz para al mundo. “Dios, de forma particular, al llamarme a través del voto de ustedes a suceder al primero de los Apóstoles, me confía este tesoro a mí, para que, con su ayuda, sea su fiel administrador en favor de todo el Cuerpo místico de la Iglesia; de modo que esta sea cada vez más la ciudad puesta sobre el monte, arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo. Y esto no tanto gracias a la magnificencia de sus estructuras y a la grandiosidad de sus construcciones, sino por la santidad de sus miembros, de ese pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz”, dijo.
Hacerse pequeño para que Cristo sea el grande
Y habló del compromiso que debe tener cualquiera que ejerza un ministerio de autoridad en la Iglesia: “desaparecer para que permanezca Cristo, hacerse pequeño para que Él sea conocido y glorificado, gastándose hasta el final para que a nadie falte la oportunidad de conocerlo y amarlo. Que Dios me conceda esta gracia, hoy y siempre, con la ayuda de la tierna intercesión de María, Madre de la Iglesia”.
La misa “pro Ecclesia”, que se realizó a las 11:00 a.m. (hora local), concluyó con la bendición apostólica del Papa León XIV a los cardenales de la Iglesia católica.