Iluminada por una luz tenue, con una réplica de su cruz pectoral en la parte frontal y la inscripción Franciscus en la losa ubicada en el suelo, acompañada de una rosa blanca, luce la tumba del Papa de la misericordia en la Basílica de Santa María la Mayor, donde pidió que reposaran sus restos.
Desde este 27 de abril, precisamente Domingo de la Divina Misericordia, los fieles empiezan a ingresar a la emblemática iglesia mariana para elevar oraciones por el descanso eterno del sumo pontífice, en el lugar donde yace su cuerpo.
Desde tempranas horas, miles de personas hacen fila en las afueras de la Basílica de Santa María La Mayor. Se calculan esperas hasta de tres horas para visitar durante unos minutos la tumba del primer pontífice latinoamericano, que siempre pidió oraciones a la feligresía.
En su testamento había dejado clara su voluntad de terminar su vida ahí, al amparo de la Virgen: “Pido que se prepare mi tumba en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la Basílica de Santa María la Mayor. La tumba debe estar en la tierra; sencilla, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”.
Llama la atención de los visitantes la rosa blanca que reposa sobre la placa de la tumba de Francisco. De acuerdo con Vatican News, este detalle está vinculado con la devoción del pontífice por Santa Teresita, Teresa de Lisieux.
Relatan que, en una mesita de mármol, bajo cuadros e iconos, fuera de su piso particular de Santa Marta, había siempre una rosa blanca y fresca, la misma que estuvo presente en muchos momentos de su vida sacerdotal y episcopal.
Sus instrucciones fueron cumplidas, así como su premisa de sencillez y humildad, que guio sus doce años de pontificado, en los que visitó 66 países, abrió las puertas de la iglesia a los homosexuales, divorciados y excluidos, pidió perdón por los errores del catolicismo y se acercó con bondad a otras religiones.