Bajo un sol resplandeciente y la compañía de líderes mundiales y miles de fieles, se realizó la misa exequial por el fallecido papa Francisco, quien partió por causa de un ictus cerebral que le hizo entrar en coma y sufrir un colapso cardiocirculatorio irreversible. Este hecho ocurrió el pasado lunes 21 de abril, a la edad de 88 años.
La ceremonia fue precedida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio, quien se encargó de hacer un recorrido por el apostolado del papa Francisco, resaltando su amor por los pobres, su cercanía a la comunidad, su legado de humildad y servicio, así como su trabajo por acabar las guerras.
“Estamos reunidos en oración en torno a sus restos mortales, con el corazón triste, pero sostenidos por la certeza de la fe”, aseguró Battista.
También destacó que se debe tener esperanza. “La existencia humana no termina en la tumba, sino en la casa del Padre, en una vida de felicidad que no conocerá el ocaso”.
El mensaje fue tanto global como íntimo, pues la misa fue dirigida en varios idiomas y evidenció la unidad que dejó el papa Francisco. El cardenal igualmente recordó el pasado domingo de pascua, cuando el pontífice dio su bendición desde el balcón y luego, pese a su frágil salud, se subió al papamóvil para despedirse de la multitud.
Inspirado en el evangelio, el decano del colegio cardenalicio vinculó al papa Francisco con la figura del apóstol Pedro debido a su servicio y entrega con la comunidad, quien siempre buscó servir, en vez de ser servido, tal como lo dice Francisco de Asís.
A su vez, resaltó su labor como guía espiritual y entrega hacia los demás hasta su último día. “Amó a sus ovejas hasta dar por ellas su propia vida”, recalcó.
Uno de los ejes primordiales del mensaje de la misa exequial fue la misericordia, un concepto que, según Battista, definió el pontificado del argentino y que se fundamenta en el perdón.
“El papa Francisco siempre puso en el centro el evangelio de la misericordia, resaltando que Dios no se cansa de perdonarnos: Él perdona siempre”, subrayó.
Así mismo, recalcó que Francisco era de un corazón abierto a los demás, especialmente a los pobres, lo que le permitió vincularse y sentir el dolor de los otros, de los más desfavorecidos, de preocuparse por sus necesidades y dificultades.
Al final de la homilía, el cardenal recordó una frase icónica del pontífice, el “por favor, recen por mí”. En tal sentido, Re concluyó: “Querido papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas a la Iglesia, bendigas a Roma, bendigas al mundo entero”.
No hay duda, el papa Francisco deja un hueco muy hondo en el mundo católico.