A sor Geneviève Jeanningros el papa Francisco la llamaba cariñosamente “la niña rebelde”. Y sí que lo es, pues este martes rompió el protocolo establecido durante el primer día de la cámara ardiente del pontífice en la Basílica de San Pedro para despedirse de su querido y entrañable amigo, Jorge Mario Bergoglio.
La monja de 81 años, que no estaba oficialmente invitada a la ceremonia por no hacer parte de las autoridades vaticanas, consiguió acercarse al féretro, contra todo pronósito y pese a las medidas de seguridad extremas.
Con una mochila al hombro, sencilla como el papa, no pudo contener las lágrimas. Su alma, como la de millones en el mundo, estaba realmente rota.
Las cámaras registraron el emotivo instante en que sor Geneviève, con el corazón triste, permaneció varios minutos junto al cuerpo del santo padre, orando y llorando.
Mientras el resto de feligreses pasaban rápidamente frente al ataúd, la monjita logró estar allí. Nadie se atrevió a cuestionarla ni pedirle que se fuera. El papa jamás lo hubiera permitido.
A ella y al pontífice argentino los unió para siempre el trabajo por los más necesitados. Su amistad era sincera y eterna.
¿Quién es la monjita “rebelde”?
Es reconocida por su labor con la comunidad LGBTQ+, especialemente en favor de las mujeres trans, una tarea en la que el mismo Francisco colaboró activamente con ella. Y es que Francisco abrazó a los “descartados”, a esa parte de la sociedad históricamente juzgada, castigada y discriminada. Para él y para su monja amiga, todos somos hijos de Dios y merecedores de su amor.