El papa Francisco nunca se alejó de los fieles. Pese a su enfermedad, intentó estar cerca de los miles de católicos que audieron al Vaticano en las últimas semanas. Este domingo, al iniciar la Pascua de Resurrección de Cristo, recorrió la Plaza de San Pedro. Para muchos, fue su despedida, su forma de decirles gracias y hasta siempre a quienes tanto lo amaron y apoyaron.
Tras impartir la bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mudo), el pontífice argentino se subió al papamóvil y paseó por los pasillos de la explanada. Su corazón, seguramente, estaba feliz de poder reencontrarse con los seguidores de Jesús. Era una fecha muy especial, el fin de la Semana Santa y la celebración de la victoria del hijo de Dios sobre el mal.
Fueron cerca de 14 minutos los que el santo padre estuvo en el automóvil. A su lado, sus colaboradores de mayor confianza. Pero un gesto llamó la atención y preocupó a algunos. En un momento, Francisco le dijo algo a uno de sus asistentes y este procedió a realizarle un breve masaje en la espalda, el cuello y la cabeza. La imagen demuestra el amor del sucesor del apóstol Pedro para la Iglesia y los feligreses. Sin importar dolor o enfermedad, quería estar junto a la gente.
Horas después, a las 7:35 de la mañana del lunes de Pascua, a la edad de 88 años y luego de 12 años en la silla de San Pedro, su santidad regresó a la casa del padre. Murió, según el Vaticano, luego de sufrir un derrame cerebral que lo condujo a un coma y le generó una complicación cardiovascular irreversible. Paz en la tumba de un grande, el papa de los pobres, el jesuita defensor de los pobres y la naturaleza, el argentino humilde que marcó historia.