Desde que recibió el alta en el hospital Gemelli, el pasado 23 de marzo, el papa Francisco no desperdició ocasión para salir de la residencia de Santa Marta y reunirse con la feligresía.
Rompiendo los protocolos y las recomendaciones de los médicos, hizo su primera aparición pública el 6 de abril, en la Plaza de San Pedro. Ese domingo, haciendo un notorio esfuerzo físico, saludó a las miles de personas que se apostaban en el lugar. “Buen domingo a todos. Muchas gracias”, pronunció ante la multitud.
Esta sería la primera de varias escapadas del santo padre, quien el 10 de abril dejó atónitos a los visitantes de la Basílica de San Pedro, donde llegó a orar sobre el mediodía y les dedicó un saludo y varias sonrisas a los devotos, que no esperaban encontrarse al papa, en carne y hueso, quien llevaba una vestimenta inusual: un pantalón negro y una manta que lo arropaba.
Nuevamente, el 12 de abril, salió de su lugar de convalecencia para visitar su Basílica papal preferida: la iglesia de Santa María La Mayor, donde pidió que reposen sus restos, en una tumba sencilla. Allí oró ante la Virgen, a quien -confesó en su testamento- le confió su vida y su ministerio sacerdotal.
Y aunque no estaba previsto que el papa Francisco participara en los actos de la Semana Santa, el Domingo de Ramos, 13 de abril, contra todo pronóstico, volvió a la Plaza de San Pedro, con mejor semblante y más fuerza en la voz. “Feliz Domingo de Ramos, feliz Semana Santa”, expresó ante la feligresía emocionada.
El Miércoles Santo, el pontífice recibió al personal médico del Gemelli, donde le brindaron todos los cuidados durante los 38 días de hospitalización. “Gracias por el servicio en el hospital, muy bueno, ¡sigan así!”, dijo el papa, quien lució sonriente y hasta tuvo ánimo para bromear.
El Jueves Santo volvió a tener actividad: visitó la Cárcel Regina, donde se reunió con 70 reclusos para conmemorar la Última Cena de Jesús, dando continuidad a su premisa de acercarse a los más vulnerables y olvidados.
Su última aparición pública la hizo, paradójicamente, el Domingo de Resurrección. Insospechadamente, esa fue su despedida ante los miles de devotos que lo seguían desde diferentes lugares del mundo. En la Plaza de San Pedro, impartió la bendición Urbi et Orbi. Y posteriormente hizo un recorrido en el papamóvil -el último- que quedará en la memoria de los creyentes.
El Lunes de Pascua, un día de renovación de fe para la Iglesia Católica, Francisco partió de este mundo, a las 7:35 de la mañana, sin perder la lucidez y dejando un enorme legado de humildad y valentía a la humanidad entera.