Bogotá, 27 de enero de 2025. El presidente Gustavo Petro cada vez se asemeja más a uno de aquellos personajes del realismo mágico de Gabriel García Márquez, que se ha convertido casi en una obsesión para el mandatario colombiano. Con actitudes que rayan en lo delirante, se le ha visto en su cuenta de X y en varias tarimas de municipios colombianos, intentando reivindicar ideales de izquierda, denunciando persecuciones y sabotajes en su contra, y añadiendo romanticismo a realidades desbordadas, como la inseguridad que tiene en jaque al país.
En medio de la soledad del poder, el café, las redes sociales y las metáforas, parecen haberse convertido en los aliados más cercanos del mandatario, quien suele hacer sus “desahogos” a altas horas de la noche o de la madrugada, a un costo muy alto para el país.
Hace ya dos semanas la región del Catatumbo, en Norte de Santander, arde por los enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las Farc. En medio de la crítica situación de seguridad y de la urgencia de medidas claras por parte del Gobierno, el mandatario evoca extasiado, en su cuenta de X, al cura Camilo Torres, de quien -confesó- guarda su sotana.
No contento con ello, republica un trino con un meme que reta a la oposición a viajar al Catatumbo para borrar las vallas del ELN y otros grupos ilegales. Una burla clara al dolor de un pueblo que ya cuenta cerca de 50.000 personas desplazadas, pero, además, un descarado reconocimiento de que son estos grupos los que ponen las condiciones en la zona, no el Estado, como debería ser por mandato constitucional.
Mientras el Catatumbo espera hace varios días los decretos “de emergencia” del estado de conmoción interior, Petro se despierta a las 3:00 de la mañana para, desde la comodidad de su cuenta de X, propiciar una debacle diplomática con el gobierno de Donald Trump, al negarse a recibir dos aviones con colombianos deportados desde Estados Unidos.
La respuesta: Trump anuncia aranceles del 25% para los productos colombianos, congela la expedición de visas para nuestros nacionales y niega la entrada a funcionarios del gobierno Petro a territorio estadounidense.
Se rumora que el aún canciller Gilberto Murillo tuvo que envalentonarse para hacerlo entrar en razón y que reculara en sus aspiraciones. Por lo visto, la relación con el ministro de Relaciones Exteriores saliente no termina en los mejores términos, porque si algo le disgusta a Petro es que le contradigan. No en vano, a lo largo de su paso por la cosa pública, ha perdido a amigos como Navarro Wolff, que desistieron en su acompañamiento al Petro ejecutor.
En su larga, romántica y conmovedora respuesta al presidente Trump, a través de X, reaviva sus ínfulas de “salvador de las Américas”, reta a Estados Unidos, confunde la poesía con la realidad, se muestra nostálgico de Allende y se compara nuevamente con el coronel Aureliano Buendía
Y es que las metáforas de Cien años de soledad se han convertido en una constante de los discursos y alusiones del mandatario, pues no es la primera vez que se equipara con el coronel Aureliano, uno de los personajes principales de la obra de Gabriel García Márquez: solitario, de convicciones férreas, quien peleó 32 guerras civiles sin ganar ninguna, y al final, volvió a la labor de orfebrería aprendida en sus primeros años de vida: fabricar pescaditos de oro.
Del realismo mágico de los Buendía, Petro retorna a la cruda realidad colombiana, para decirle con entusiasmo al país que, si se presentara nuevamente a las elecciones, volvería a ganar, cuestionando como ya es costumbre a las firmas encuestadoras y a los medios de comunicación, y asumiendo que las críticas a su gobierno son solo “patrañas de la oposición”.
Así se acerca el ocaso de su gobierno, con un gabinete que parece estar cansado de sus desafueros y que ya no se cuida de contradecirlo en público como se ha evidenciado en el episodio reciente con Estados Unidos. Si bien se ha enfrentado discursivamente a Donald Trump, no sucede lo mismo con Maduro, a quien ha legitimado guardando un silencio prolongado, según afirma, porque hay que cuidar las “buenas formas” con el vecino, aunque este sea un vecino problemático y altamente cuestionado en su proceder.
Regiones como Antioquia y el Cauca vuelven al punto de ebullición, a la par del Catatumbo. El país no parece estar bajo control, se respira pesimismo en las calles, pero aún así, Petro pareciera querer jugárselo todo por las próximas elecciones, ya que es consciente de que después de décadas de la izquierda reclamando el poder, sería penoso que su gobierno autoproclamado “progresista” perdiera la posibilidad de oro de mantenerse en el timón.
En medio de las borrascas, varios de sus hombres cercanos empiezan a guardar prudente distancia, como Mauricio Lizcano y el saliente ministro Murillo. Por otra parte, Armando Benedetti y Roy Barreras, dos de sus alfiles más polémicos, ya están calentando en la banca, porque se dice que Petro los quiere nuevamente en la titular, teniendo en cuenta que se cocina la campaña electoral. ¡Ya veremos en qué posición vuelven al ruedo!
Mientras tanto, Colombia resiste como la vieja Úrsula Iguarán, matriarca de la familia Buendía, quien afrontó con dignidad un sinfín de tragedias, adioses y olvido, y aún cuando la creían muerta, fue capaz de levantarse de nuevo y pedir que no la lloraran todavía.
Sin embargo, hay días en que, claramente, el país se siente como el último de los aurelianos en aquella escena lúgubre, cuando en un relámpago de lucidez, “tuvo conciencia de que era incapaz de resistir sobre su alma, el peso de tanto pasado”. Había logrado conectar el inicio y el final de la desgracia de los Buendía, para descubrir al fin que “las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.